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Cecilia Lugo, sinónimo de -Contempodanza- decididamente significa danza mexicana y sin embargo, sus obras rebasan fronteras, tendencias y líneas divisorias. Su estética se nutre de las raíces y del barro que la forjaron , pero sus obras enraizadas en estas tierras no requieren ni pasaporte ni visas para convertirse en danzas del mundo.

Originaria de Tampico, Cecilia crece junto al mar. De ahí que sus obras tienen el sello de agua indeleble de la costa de los mares mexicanos. En su transitar por los años, ha ido plasmando trozos de esa vida: sucesión de colores, de sabores de caderas ondulantes, de perfumes y sensaciones: no un fresco, sino un “documental” en el sentido de imágenes poéticas. En su -obra coreográfica Cecilia lleva una carga poética que suscita una oleada de perfumes espesos e intensos, ritmos y vibraciones que se prolongan en resonancias que yo me siento inclinada a llamar espirituales.  Olor a tierra mojada, a sal de mar, a cirios, almizcle, barro, aromas de alcoba, a mareas, a cielos, a piel humana, a senos incipientes, a lecho, a mujeres húmedas y a varones eréctiles. El catálogo es impresionante, no sólo por el número, sino por la complejidad de las sensaciones y en el centro de esa constelación sensual, como un ojo fijo, el ser humano: la conciencia sacrílega.

Un análisis de la obra de Lugo, por somero que sea no puede evitar una mención a su tratamiento del gesto – piedra clave en la construcción de sus piezas- Su gestualismo es profundamente semántico, cargado de intenciones, de mensajes. Los gestos de Lugo son continuos guiños, verdaderas correas de transmisión de la idea, del mensaje que lleva implícito. Sin embargo, uno de los elementos más sobresalientes en la construcción de sus danzas es el relevante papel que en sus coreografías juega la música.  En realidad, la música está en la génesis del proceso creativo. Es claro que es una enamorada de la misma. Primera condición para crear un universo de metáforas en movimiento. La música es la sangre que riega el organismo de sus obras.

En la composición la cuestión es clara, en la ondulación de los brazos y del cuerpo, en los quiebros repentinos hay bajamares y pleamares continuos, multiplicados, engranados en ese insaciable espectáculo que – como la mera contemplación del mar- nunca cansa. La técnica de Cecilia se caracteriza por una fluidez excepcional de gestos, con largos impulsos que se ven cortados por súbitas lentitudes, por un sutil, a veces, vigorosos otros, juego de brazos, en una posición que frecuentemente linda con el desequilibrio.

Contempodanza, a lo largo de cinco lustros ha marcado un hito en el movimiento de la danza mexicana. Pocas veces se conjuntan los diversos temperamentos, cuerpos y técnicas que contribuyen a la integración de un núcleo de ejecutantes con tanta fuerza, brillo, calidad y eficiencia, resultado de una mano rectora, laboriosa, firme.POR: Evangelina Osio